NO HAY EROS PARA EL AMOR ANÓNIMO
Muy en contra de lo que podamos creer el amor entre los seres humanos es, la mayor parte de las veces, un amor no correspondido. Es más, una inmensidad de amores no correspondidos pasan del todo desapercibidos para alguno de sus protagonistas. Así era para Jean François Durant. Él era un hombre de orden, su habilidad era mantener a las personas seguras, hacer de los espacios de Museo de Louvre un lugar a salvo de la vileza de los hombres. Un espacio de contemplación para el arte. Durant no sabía apenas nada de arte, incluso consideraba que no tenía la capacidad de apreciarlo, “tengo un ojo ágil para la seguridad y otro torpe para el arte” solía decir. Sin embargo, como supervisor de seguridad del ala Denon, era capaz de recitar el catálogo completo de obras que estaban expuestas, pero eso era todo, a él lo que le parecía una obra de arte era el extraño atractivo de aquella mujer. La llevaba observando, a través de los monitores de la sala de control desde hace se...