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Mostrando entradas de abril, 2021

EL SARMIENTO DE LOS VERSOS

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  Siempre existe más de una versión de los hechos, especialmente cuando el destino de los hechos conlleva éxito o penurias para alguno de los implicados, concluyó Minerva. Terminaba de leer los últimos párrafos de “La fragata de las máscaras” sentada frente a la ribera del río Mossela. El libro era una reescritura de la novela de Herman Melville “Benito Cereno”. Su autor, Tomàs de Mattos, narra la misma historia que Melville, pero desde los ojos de otros protagonistas. Ambas historias intentan novelar los acontecimientos acaecidos tiempo antes, a su vez narrados a modo de crónica por Amasa Delano. Es decir, un acontecimiento, tres puntos de vista, pero solo una realidad. Dejó el libro sobre la mesa y terminó de un trago la copa de vino, mirando por encima del cristal como, al otro lado del río, las viñas ascendían recostadas en sus contra espalderas por la inclinada ladera. Le encantaba el vino, pero durante los últimos doce días todos los vinos le parecían avinagrados....

SARPEDÓN Y LA VOLUNTAD DE LOS PRIMARIOS

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  Nix y Scotos, los Primarios, observaban desde las alturas con desazón. Sentían una impotencia desmedida, pues muy en contra de sus expectativas divinas, los humanos eran más estúpidos de lo previsto. Aquellos seres, a priori su creación más próxima a la perfección, habían terminado pareciéndose al resto de la descendencia que habían procreado con anterioridad. Los humanos se mostraban tan ambiciosos, temerosos y vengativos como Cloto, Láquesis, Átropos, Rea, Cronos, Dione, Lípara, Egle, Tártaro, Brontes, Arges, Tifón, Campe y el resto de su prole. Uno tras otro, todos,   semidioses, titanes y humanos, cayeron en la liviana confrontación generada por el ego y la envidia. Por si fuera poco, su intento por gestionar tan divino caos, con la creación de Fobos y Deimos, dio con un mayor desorden. Se instauró en los humanos la hegemonía de los instintos más básicos, desembocando en una lucha encarnizada entre la hermandad de herederos de los Primarios. Depositando...

LA QUÍMICA DE LA ECUANIMIDAD

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Eran los últimos días de abril y soplaba el alisio. Y esa corriente de aire húmedo procedente del océano le daba una bienvenida anhelada durante años.  Desde el puente de mando hicieron resonar la sirena cuatro veces, anunciando la entrada del ferry en el puerto. Esteban de La Cruz comprobó nuevamente, de manera mecánica la hora, tomando su reloj del bolsillo izquierdo de su chaleco. Era la quinta vez que repetía de manera autómata el mismo movimiento, sentía de manera patente su nerviosismo, pero se había jurado un millón de veces mantener la calma. Era la única forma de tener el valor y las hechuras para acometer aquella tarea que tanto lo había atormentado en sus años de destierro.  Ni perdono, ni olvido, se repetía constantemente. Estaba asomado en la cubierta de proa del pasaje de segunda clase. Se escuchaba con claridad los pasos y el ajetreo en la cubierta superior, la de primera clase, donde señoritos y señoritas hacían teclear sus tacones y sus bastones co...