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Mostrando entradas de mayo, 2021

LA ÚLTIMA ROSA DEL VERANO

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     Las historias de amor no siempre se consuman, es más, en ocasiones alguno de las personas implicadas nunca llegan a tener constancia de su existencia, y menos aún, de su trascendencia. Pero sobre todo, algunas veces lo que parece ser y lo que es solo se revela a los protagonistas, escapando a los ojos de los observadores. Este fue el caso de una historia de amor inconcluso, un romance abortado antes de crearse, o al menos eso creía yo. La kamikaze pasión de Hansel, la involuntaria incuria de Gretel. Yo llevaba tiempo observando a Hansel, me parecía un tipo peculiar. Lo veía casi a diario, apostado en algún punto entre la parada del metro de Kirschplatz y el supermercado de Leipzinger Straße. Siempre con la funda rígida de su violín a cuestas.  Aún hoy, cuando cierro los ojos, puede rememorar la primera vez que los acordes del violín de Hansel llegaron hasta mis oídos.  Hansel ejecutaba “ The Last Rose of Summer ”, del maestro Heinrich Wilhelm Ernst, y lo mejor,

COLLOSEUM

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  Sus pasos, en aquellas calles adoquinadas, resonaban como las campanadas de un réquiem a la soledad. El vacío se apoderaba de las esquinas, los macetones de los balcones aparecían repletos de esqueletos vegetales consumidos y desecados. Un profundo y denso hedor manaba desde la pira de cuerpos calcinados.  Los trozos de cerámica y cristal esparramados al pie de los soportales provocaban chasquidos sordos y tristes tintineos a cada pisada. Las moscas zumbaban bajo el peso de una canícula tórrida que aplastaba todo atisbo de vida. Todo a su alrededor agonizaba.  En el centro de la plaza, un solitario poste blandía dos desgarradores pendones salpicados de manchas sanguinolentas, ya parduzcas.  Observó el que estaba en lo alto del mástil. Rojo, azul y blanco con el lema “Војска Републике Српске”. Aquel lema era la ecuánime representación de la devastación y el terror. Una estampa que convertía sus mermadas fuerzas en un odio y rabia desmesurados. Los goterones de sudo

EL BANCO DE LA MAR INFINITA

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  Fueron exactamente veintidós días. Un periodo de tiempo en el que se materializó una experiencia que modificó por completo mi percepción del contacto humano y, gracias a la cual, se me revelaría la sublime relatividad del tiempo. Descubrí dos cosas que considero ahora fundamentales. La primera, un vínculo inquebrantable entre dos personas puede surgir del silencio, de la nada, de la mera presencia. La segunda, en algunos acontecimientos la eternidad puede ser un instante y en otros un simple hálito puede ser infinitud.  Estas afirmaciones pueden resultarle obvias e incluso redundantes, pero antes de juzgarlas permítame que le narre la historia.  Por aquellos tiempos yo era una estudiante más de psicología, en absoluto era brillante y mucho menos tenía un vínculo vocacional con la disciplina. Simplemente tenía que estudiar algo y mi expediente académico no dio para más en las pruebas de acceso a la Universidad, así que, comencé mis estudios universitarios sin mucho afán. Sac

LA IGNOMINIA DE LOS DIOSES PROPIOS

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Aquellas sendas verdes trasportaban en su brisa los olores del arroyo y los chopos, la suave melodía de las amapolas y el color anaranjado de las mariposas monarca reflejado en el sol. La calidez de las tardes del estío y la recolecta de las simientes resonaban en el trajín incesante de la vida, como Campos Elíseos rebosaban de animosidad y virtuosa algarabía. La campiña unísona en un acompasado ritmo natural en el preludio del otoño. Sin embargo, la melodía de la vida era ajena para ella, nada de toda aquella belleza aplacaba la soledad ya enfermiza de Martina.  Vagaba a la vera del arroyo, un día sí y otro también, ciega a la belleza, insensible a la placidez de los buenos tiempos. En ella no cabía lo positivo, ya no. No desde que Júpiter decidió no llegar a este mundo. Un potente y perverso magnetismo se extendía, acaparándolo todo, en el mundo de Martina, la atrapaba como un poderoso imán atrapa las virutas metálicas dibujando cierto orden, pero a su antojo.