IMPERIOS Y ESCLAVOS
Se ha desatado una fiebre por atentar contra toda manifestación del vínculo
colonial que tiene la nación de las barras y estrellas con la nación de la piel
de toro.
No estoy muy al tanto de las motivaciones, me llegan flashes sobre la
desigualdad de la población negra en EE.UU. En concreto, los hechos
vinculados a los abusos policiales y posterior homicidio de un ciudadano de
color durante un arresto semanas atrás.
No voy a entrar en darle demasiadas vueltas al asunto, al menos en esta
publicación (quizá más adelante me ponga a ello).
El asunto que se remueve en mi cabeza con respecto a todo este asunto me
lleva a pensar más sobre el colonialismo y sobre mi país, España. En cómo se
gestiona en España el asunto de la memoria histórica, ensalzando determinados
hechos, denostando otros y dejando de lado la mayoría de los acontecimientos
históricos. Y no me refiero a la manoseada, por todos, Ley de Memoria
Histórica. Eso también me daría, al menos para otra publicación.
La cuestión tiene que ver con la hegemonía sociopolítica y socioeconómica,
de diferentes culturas o imperios o como se llame, a lo largo de la historia. Y
como se tiende a generalizar interpretaciones desde nuestro hispánico punto de
vista.
Yo no entiendo mucho de imperios, pero me da la sensación de que desde los
fenicios, pasando por el manoseado imperio de Carlos V, donde no se ponía el
sol, o el imperio de las barras y estrellas, todos ellos, se construyeron así
mismos partiendo del uso y abuso de otros seres humanos. Para que me entiendan,
en un pasado no muy lejano, todas las civilizaciones desarrolladas han sometido
y esclavizado otros pueblos.
Si, señoras y señores, aunque la esclavitud explicita dejó de ser legal, en
la inmensa mayoría de los países, a mediados o finales del siglo XIX. Todos los
pueblos hasta esa fecha hicieron uso de la explotación de manos y pueblos para
construir sus civilizaciones. Ni Hernán Cortés fue un santo, ni Moctezuma que
sucumbió al susodicho tampoco lo fue. Ambos usaron esclavos por "Razones de
Estado".
Siguiendo en este hilo, tras ser abolida la esclavitud, durante los
primeros decenios del s. XX se utilizaba a individuos traídos de pueblos y
lugares exóticos para ser mostrados en jaulas en las Exposiciones Universales.
Como signo de superioridad cultural, es decir, se hacía un zoo con ellos. Esta
vez, por el bien de la ciencia y el conocimiento.
En la actualidad, desde nuestro miope punto de vista, parece que todo está
resuelto. La esclavitud es cosa del pasado, esa cosas ya no existen. Pues sí,
señoras y señores, la esclavitud si existe. Acérquese al corazón de África,
pero no la visiten personalmente no vaya a ser que sus frágiles egos se
traumaticen, acérquese solo a los acontecimientos y verán que la esclavitud
sigue existiendo. Lo peor es que en ocasiones se disfraza de democracia,
desgracia sublime esa.
Como dijo Nelson Mandela en una ocasión,
"La libertad no consiste en desamarrar tus cadenas y poder votar, pues
mientras sigas siendo pobre no tendrás libertad".
Existe la esclavitud, una manifiesta y otra parapetada en un sistema
económico voraz y desaprensivo.
A donde quiero llegar es a la siguiente pregunta,
Sabiendo de la crueldad y tiranía que alberga el ser humano en sus
adentros, incluso para sus congéneres parece no tener límite ni medida.
Teniendo constancia de genocidios, pasados y actuales. Conociendo la
desigualdad que reina en este mundo de humanos,
¿Cómo podemos juzgar hechos históricos, es decir parte del pasado, como
razonables y éticos o no razonables y carentes de moral, cuando en el presente
seguimos ninguneando y sometiendo a personas?
Claro, me dirá que usted es un santo varón o una maría virgen, que usted no
hace esas cosas. Y probablemente no las haga por obra, más bien por omisión o
ignorancia, de la misma forma que lo hago yo.
Antes de intentar contestar la cuestión, medite la respuesta unos minutos,
tenga en cuenta que la historia la escriben los vencedores, sopese el lastre de
su propia educación y cultura como filtro de su juicio y raciocinio, tenga en
cuenta su ignorancia (y lo digo como limitación humana del conocimiento de las
cosas, nada peyorativo), valore su posición acomodada (piense que con todas sus
penurias económicas el 70% de la población mundial, casi con toda seguridad, es
más pobre que usted), reflexione sobre el abuso o mal uso que hace de los
recursos de los que dispone, piense en todo lo que consume sin necesitar, de donde
proceden los productos que adquiere, a donde van sus despojos.
A continuación, compare, solo por poner ejemplos, Hernán Cortés con James
Cook, Isabel La Católica con Isabel I de Inglaterra, George W. Bush con Julio
Cesar, Sadam Hussein con Atila, Gengis Khan con Hitler, Pinochet con Ceaucescu,
Alejandro Magno con el Che Guevara, Ho Chi Minh con George Washington,
Torquemada con Hirohito, Franco con Nicolás II, Jerónimo con William Wallace,
Margaret Thatcher con Mussolini, Fernando Guanarteme con Pancho Villa o
compáreme a mí (no voy a ser yo quien lo meta a usted en la tesitura de
compararse a sí mismo, descuide) con cualquier otro pendejo de la historia.
Piense en todas las decisiones que tomaron sabiendo o ignorando que
perjudicaban, dañaban o simplemente acababan con la vida de otros seres humanos
para proteger a sus naciones o sus intereses.
Bien, deje sus filtros personales a un lado y deme, ahora, un solo motivo
para que unos tengan hueco en la historia (en los libros, en las calles, en los
monumentos, en la memoria popular,...) y otros no. Para que unos sean dignos de
mención y otros no. Dígame si mandamos a derrumbar la muralla china o las
pirámides, dinamitamos Manhattan o Itze Itza, le cambiamos el nombre a la
castiza Calle de la Batalla de Belbiche o a la Avenida de Los Reyes Católicos.
Recuerde, la historia está plagada de luces y sombras, de amor y de odio,
de bondad y crueldad. Probablemente usted y yo albergamos toda esa amalgama de
contradicciones.
La gran diferencia radica en que la historia es pasada, nada lo va a cambiar. Mientras que usted y yo somos presente, escribamos desde nuestra insignificancia una historia mejor.
ISIDRO M. SOSA RAMOS
La educación como arma de construcción masiva, la convivencia en comunidad como evolución de los pueblos. somos ego y vanidad eso nos enfrenta y nos destruye.
ResponderEliminarEse es el paso evolutivo que nos queda por dar. Mejorar en convivencia y comprensión.
ResponderEliminarInteresante blog e interesantes reflexiones. Gracias.
ResponderEliminarMuchas gracias. Puede suscribirse y/o hacerse seguidor para recibir las publicaciones.
ResponderEliminarMuy interesante 👌🏻Bravo
ResponderEliminarMuchas gracias, aprendiendo...
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