NO DÉ NADA POR SUPUESTO
Imagine por un momento que en su mente no existe el concepto “tiempo”.
Seguramente no puede hacer ese ejercicio cognitivo, quizá, incluso crea que
nadie puede hacerlo. Pensará, nadie puede vivir sin la conceptualización de
presente, pasado y futuro. Es más, seguramente afirme que es algo que
compartimos todos lo humanos, incluso que eso nos caracteriza y nos diferencia
del resto de animales.
Imagine que siendo uno de nuestros ancestros, un miembro de la especie humana
más ancestral, le dan a elegir entre ser un cazador-recolector o un
agricultor-ganadero. ¿Cuál sería se elección? Imagine que opta por dejar de
lado, de manera total y aparentemente ilógica, la agricultura y la ganadería
para continuar siendo nómada – cazador/carroñero – recolector.
Imagine que solo conoce cuatro números, el uno, el dos, el tres y “lo
demás” (si, lo demás, como número múltiple o infinito). Además, su pueblo
carece de calendario, de leyes y desconoce los conceptos de “guerra” o “infección”.
Imagine que no conoce los términos derecha e izquierda.
Imagine que usted y su clan hablan una lengua que no tiene ningún vínculo
con ninguna otra lengua existente, incluso de los clanes que viven en la misma
área geográfica que usted, su lengua carece de sin parentesco lingüístico
conocido.
Imagine que su clan ha habitado la misma región durante los últimos veinte
mil o treinta mil años, a pesar de poder migrar elige mantenerse en su hábitat,
aunque no sea especialmente rico en recursos. Además, a pesar de no disponer de
escritura, su tradición oral no cuenta ninguna historia sobre la procedencia de
su pueblo. Toda su tradición narra que siempre estuvieron en ese lugar, incluso
su tradición cuenta historias sobre la evolución de su especie, especificando
detalles reflejados en la paleoantropología pero que su clan nunca ha
estudiado.
Podría continuar, pero no lo voy a hacer. Creo que ya está suficientemente
ubicado contextualmente y me dirá que lo que planteo no es más que un ejercicio
de ardua fantasía. Pues se equivoca, existen pueblos en África, en Papúa o en
la cuenca del Amazonas con esas características en la actualidad.
Me dirá que son pueblos primitivos o arcaicos que serán absorbidos tarde o
temprano por nuestra cultura. Pues se equivoca, han resistido, resisten y
espero que sigan resistiendo.
La cuestión de fondo es, ¿Qué ha impulsado e impulsa a determinados pueblos a mantenerse al margen de la tecnología? ¿Cuál es la clave para que una determinada población humana, pudiendo tomar las mismas decisiones que otras cercanas geográfica y/o culturalmente, decida mantener un modo de vida “arcaico y nómada”? ¿Dónde está el beneficio de hacerlo?
Yo no tengo la respuesta a estas preguntas, pero me niego a aceptar que la motivación sea falta de inteligencia, falta de iniciativa, acomodación, aislamiento, marginalidad o cualquiera de las diferentes razones que blandimos a menudo en Occidente para justificar el supuesto primitivismo de pueblos que consideramos inferiores o retrasados cultural y socialmente. Eso se llama marginación etnocentrista.
Además, no voy a ser yo quien, viviendo en el centro de Europa, en una ciudad bursatil, que
ronda durante el día más de millón y medio de personas, diga que es mejor vivir
aislado y de manera primitiva. Sería un hipócrita o un cobarde, sinceramente,
tengo asumido que lo soy.
Lo que sí puedo decir es lo siguiente, de manera instintiva e irracional,
con frecuencia se despierta dentro de mí la necesidad de perderme en el bosque
o en la montaña. No es una cuestión de hobbies o de desconectar del estrés, no,
no es eso. Es algo mucho más básico, tiene que ver con sentirme parte de ese
“todo” misterioso y, a veces, aterrador que es la Naturaleza.
Es una reacción instintiva que yo llamo “la llamada a sentirte vivo de
verdad”.
Acoplarte a los ritmos del entorno natural, “ver”, “oler”, “oír” y “sentir”
lo que sucede a mi alrededor.
Por ese motivo, entiendo y respeto profundamente a los pueblos “arcaicos y
primitivos”. Por eso motivo, también entiendo mis “huidas” a la Naturaleza, son
como una “vuelta a casa”, un regreso a lo ancestral, a la magia de la Vida, al
orden natural de las cosas.
En esos momentos, no me hace falta ni móvil, ni GPS, ni toda la tecnología 5G, ni un sinfín de herramientas y aparatos. En ese momento necesito fuego, agua y toda mi curiosidad, sentidos e instintos trabajando de manera sincronizada. Observando y sintiendo como un arcaico y primitivo Ser Humano.
ISIDRO M. SOSA RAMOS
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