DHAKIRA Y CUIMHNE
Dhakira y Cuimhne, estos dos conceptos son la forma de decir memoria en árabe y gaélico
escocés.
La memoria existe debido a la percepción de tiempo, o quizá el tiempo
requiere ser percibido y recordado. No tengo ni idea, creo que es como determinar
que fue primero, el huevo o la gallina.
Nuestra capacidad de recordar es algo que me fascina y me genera un frenesí
de preguntas. Es nuestra memoria, al menos para mí, de lo más misteriosa e
incomprensible. Y no me refiero al proceso neurofisiológico, no porque no me
resulte fascinante sino por qué considero que nunca lleguemos a comprenderlo.
Me pregunto a mí mismo por la casuística y a la aleatoriedad de como aparecen y
desaparecen los recuerdos.
En ocasiones, la memoria es capaz de hacer desaparecer circunstancias
vividas recientemente o vivencias que nos marcaron profundamente en algún
momento de nuestras existencias, dejándonos incapaces para recordar detalles
obvios o información básica. Donde he dejado las llaves, como se llama el tendero
de la esquina, donde estuve el año pasado tal día como hoy, como se llama
aquella chica de la que estuve locamente enamorado y con la que soñaba a diario
durante el verano del 89...
Otras veces, de manera sorpresiva e instantánea, nos hace evocar momentos
que habían dejado de existir en nuestros recuerdos. Personas, circunstancias y
vivencias que simplemente ya no estaban, no existían para nosotros a pesar de
haberlas vivido. Recordar la cara, el pequeño lunar en el ángulo externo del
ojo derecho, la amplia sonrisa, el pelo azabache ensortijado y el vestido de
flores amarillas que tenía la niña que me devolvió el ticket que se me cayó del
bolsillo al bajar del tranvía en frente del Jardim da Estrela, en Lisboa hace
ya más de 15 meses.
Definitivamente la memoria es mágica y misteriosa.
Me pregunto qué significado y trascendencia tendrá ese hecho, pues
considero que recordar y olvidar no es aleatorio ni casual. Entiendo los
recuerdos, presentes u olvidados, como una suerte de designio, de señal, una premonición
incomprensible o imagen velada. Quiero decir, aunque carezca de explicación, la
memoria tiene un papel trascendente, bien por recuerdo, bien por olvido.
Nuestras vivencias, nuestra vida está trazada. No como un camino exclusivo
o unidireccional, no como destino definido. Creo que poseemos cierta capacidad
de decisión en nuestros actos, pero de la misma forma considero que nuestras
decisiones y las consecuentes posibilidades están preestablecidas en un patrón
multiple, una red de opciones en la que cada uno de nosotros vive atrapado.
La memoria es una herramienta, una app de nuestra cognición (qué no
es más que un filtro de captación parcial de la realidad) para trazar un
algoritmo de posibilidades y decisiones. Tenemos acceso a ella pero no la
controlamos, usando un símil, somos usuarios de ella pero no administradores.
Piénselo, según los neurofisiólogos construimos nuestros recuerdos cada vez que evocamos uno. No existen, no están almacenados, simplemente aparecen como respuesta a algún tipo de estímulo o necesidad.
Además, por ende, nuestra memoria nos coarta, nos predetermina, incluso nos
limita.
Sin recuerdos no disponemos de un sustrato de análisis de la realidad, sin
memoria cada momento sería del todo efímero, instantáneo y fugaz. Existiría y
dejaría de existir en el mismo porción de tiempo, sería intrascendente para la
cognición. Sin embargo, el hecho de recordar lo hace real, relevante, la memoria
convierte el instante en algo trascendente, en un ente de condicionamiento de
nuestra conducta.
Como es obvio, en este proceso se aglutinan, al menos, cuatro factores
indisolubles. La memoria, la percepción espacio – temporal, la identificación
de uno mismo y la toma de decisiones.
Mi pregunta es, ¿Qué es primero, la percepción, la memoria, la
autoidentificación o la toma de decisiones?
Una lógica científica y cartesiana se decantaría por afirmar que sin
percepción no es posible ni la memoria ni la autoidentificación. Sin embargo, ¿Cómo
es posible retener e interpretar la percepción sin memoria?
No voy a marearme, ni a marearlos a ustedes, con el resto de las preguntas
que me invaden.
Si voy a concluir con una afirmación;
La memoria es una de tantas cosas que creemos tener muy claras, por obvias y cotidianas. Una de esas conceptualizaciones usadas a diario, sobre las que no recapacitamos ni reflexionamos. Sin embargo es una condición sine qua non de nuestra existencia. Un imperativo que construye nuestra realidad, pues lo que recordamos traza el mapa de nuestras decisiones.
Aún recuerdo las circunstancias de la foto que acompaña este texto. La tomé yo mismo, apoyando mi teléfono sobre una piedra que recogí junto al margen izquierdo de la pasarela de madera sobre la que aparezco. Fue un día como el de hoy, un treinta de julio. Estaba pasando mis vacaciones en los Alpes bávaros, en concreto el penúltimo día que pasé hospedado en Ferienwohung Seepanorama en Hintersee. Recuerdo que me sentía culpable por haber mentido y decepcionado a una hermosa mujer. Recuerdo a la primera persona a la que envié la foto, otra hermosa mujer. Recuerdo mirar el lago recapacitando sobre lo que había presagiado una bruja a la que me visité tiempo atrás. Recuerdo percibir como estaba cambiando mi vida en aquel entonces, también recuerdo la impresión que causaba en mí los colores del agua. Sin embargo, no recuerdo que pasó a continuación, qué hice tras tomar las fotos, tampoco recuerdo el color del coche que alquilé y si pensé en mis padres ese día o no.
No sé cuánto tiempo recordaré nuestro breve momento juntos, pero de alguna manera me transforma y se convierte en parte de mí.
En algún lugar de mis células, quizás no en mis neuronas, sino en mi propio ser.
Nuestra experiencia está ahí.
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