GAIA

                                                       Foto: Isidro M. Sosa Ramos 
    

Disfrutaba en una terraza de verano de una fresca y hermosa radler mientras hurgaba en internet, buscando algo para vivir la espera por mi compañera de cena. De repente apareció un artículo interesante. Una suerte de entrevista al centenario James Lovelock.

Para quién no lo conozca cabe decir que James Lovelock es el creador de la Teoría Gaia.

Voy a resumirles brevemente en que consiste su teoría antes de empezar a opinar.

La Teoría Gaia viene a expresar la idea de que el planeta Tierra es un superorganismo vivo que aglomera un sinfín de equilibrios internos. Estos equilibrios afectan a todos los componentes del planeta, es decir, a todos los seres inertes y vivos, así como a toda la materia y energía. Esto implica que todo lo que sucede a una parte afecta al todo y viceversa. Además, como superorganismo, tiene conciencia propia por lo que los acontecimientos planetarios no son mera casualidad sino una toma de decisiones del planeta. En definitiva, una visión holística del planeta Tierra.

Curiosamente uno de los temas que toca Lovelock en su entrevista tiene que ver con la obesidad de los seres humanos. El sobrepeso es un problema que afecta a gran parte de la población mundial, especialmente en los países desarrollados. Para que se hagan una idea, en España (según datos de la OCDE de 2017 y la OMS de 2019) entre el 53,4% y el 63,2% de la población adulta padece de sobrepeso, es decir, que la inmensa mayoría de nosotros está rolliza y bien cebada.

En su libro, El Mono Obeso, José Enrique Campillo Álvarez argumenta que la obesidad ha sido para el Ser Humano una herramienta evolutiva para poder superar momentos de hambruna y escasez. Sin embargo, la aparición de la agricultura y la ganadería ha convertido esa estrategia adaptativa en un síndrome metabólico y un problema de salud pública.

Estoy, en parte, de acuerdo con Campillo Álvarez, pero más allá de acuerdos y desacuerdos me surge una pregunta. ¿Qué significado tiene la obesidad humana a nivel superorganismo, es decir, de que le servimos a Gaia, que función planetaria tiene una especie gorda, egoísta y manipuladora?

Pues verán, no tengo ni idea, pero voy a contarles lo primero que me vino a la cabeza. Creo que el planeta nos está cebando a propósito, quiero decir, que nos prepara para llevarnos al matadero. Piénselo, no harían ustedes lo mismo si tuvieran un pavo, un cochino o un buen ternero (y que me disculpen mis amigos correligionarios del veganismo y la defensa animal), o es que preferirían comer zanahorias y melones resecos y enclenques (que me disculpen los carnívoros).

El planeta nos quiere llevar al patíbulo, y creo que con motivos sobrados. Pero no se confundan, no creo que se deba a que somos seres poco conscientes, bastante desalmados, egoístas, pelín abusadores o rapiñas insaciables. Creo fervientemente que lo somos pero no, no creo que se deba a eso. Yo creo que simplemente estamos en la etapa final de nuestra función planetaria. Ya hemos hecho lo que teníamos que hacer.

De nuevo, recapacítelo. La especie humana, como todas las especies del planeta, es un agente de transformación del ecosistema. Somos máquinas de intercambio de materia y energía, y ese intercambio modifica el entorno a la vez que nos modifica a nosotros mismos. Nuestra función es perpetuar el intercambio de materia y energía para generar cambios, es muy probable que esos cambios estén programados aunque nosotros consideremos que son nuestras propias decisiones y voluntad. Voy a poner un ejemplo, me servirá para explicarme y para entenderme a mí mismo.

Considero mi cuerpo como un superorganismo repleto de millones de células de diferentes tipos y con funciones diferentes a la vez que complementarias. Todas esas células trabajan de manera coordinada para mantenerme vivo, para perpetuarme. A lo largo de mi vida, muchas células morirán cumpliendo con su función, otras vendrán a suplantar su lugar. Así hasta que un día me muera, entonces descansaré yo y todas mis células.

No dudo de que mis hematíes, neuronas, lipocitos, miocitos y resto de células tengan conciencia propia. Estoy convencido de ello, pero muy probablemente su conciencia sea, simplemente, diferente a la del superorganismo (es decir, la mía). Quizá no entiendan su propia existencia y busquen durante toda su vida respuestas que nunca encontrarán. ¿Les suena esa situación?

Particularmente me gustaría poder preguntarle a un dinosaurio que pensaba sobre su existencia y que conciencia planetaria tenía. Lo haría solo para aclarar mi curiosidad, ¿sabría que su poder lo llevaba irreversiblemente a la extinción?.

Como los dinosaurios, vinimos a este planeta a transformarlo, para bien o para mal o quizá para todo lo contrario, quizá sin una razón dentro de la lógica humana. Ahí seguimos zampándonos todo lo que está a nuestro alcance. Cumpliendo nuestra función al estilo "Coco, El monstruo de las Galletas" (para las nuevas generaciones apuntar, Barrio Sésamo y sus guiñoles fueron una gran y sensata escuela para los cuarentones). Somos por diseño natural seres insaciables, ansiosos, despiadados y ferozmente bulímicos, y estamos dotados de una especial percepción del bien y el mal (según nos afecte o no...).

Según Lovelock, en 2100 el 80% de la población mundial habrá desaparecido y el 20% restante vivirá en el Ártico. No sé si acierta o hierra pero no me parece en absoluto descabellado. Yo estaba echando cuentas, y me quedé tranquilo cuando concluí que no creo estar por estos lares en esas fechas. Mudarme al Ártico me da mucha pereza y un frío del copón.

Que se preparen los hijos y los nietos de las tribus de ninis, influencers, tiktokers y trending topic, les espera una buena. A disfrutar de la herencia.


                     
                                                                                                             ISIDRO M. SOSA RAMOS


Comentarios

  1. Interesante artículo... Con ese toque sarcástico característico del autor...

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  2. En ocasiones el sarcasmo es la única alternativa para manifestarse.

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  3. ¡Buenísimo!
    Lo que daría por ver lo que harán las nuevas generaciones digitales éstas...

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  4. A veces es mejor no saber lo que se avecina... No vaya a ser que seatormente la vecina... 😉

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