LA NECESIDAD DE TACTO

                                                                       Foto: Isidro M. Sosa Ramos

Me resulta del todo curioso como en nuestra historia, especialmente en los tiempos modernos y en las sociedades industrializadas y jerarquizadas, un número considerable de profesiones han surgido con el fin de cuidar al prójimo, al semejante, al que es como nosotros. Supongo que es debido a varios factores. Unos estrechamente relacionados con nuestra necesidad y carencia, como animales sociales, de relacionarnos con nuestros semejantes con cierto grado de intimidad. Otros derivados de la especialización del trabajo y de un sistema productivo que requiere de una generación constante de nuevas necesidades. Por otro lado, también está la toma de conciencia social de que determinadas personas requieren en algún momento de atención especial y especializada. Una larga lista de factores, en definitiva, nuevas necesidades, nuevo consumo.

A lo que quiero dedicar mi atención y mi opinión hoy es a la necesidad de determinado tipo de atención, el contacto y el tacto, que parecemos mostrar los humanos.

Necesitamos relaciones interpersonales, y digo interpersonales y no sociales. Que podrían parecer lo mismo pero que, al menos yo, percibo de manera diferente. La diferencia que planteo es simple, a mi entender en una relación social existe y se busca un intercambio recíproco, que no siempre equitativo, entre miembros de un grupo. Este intercambio no tiene por qué ser focalizado en una persona en concreto, nuestra intención principal con este comportamiento radica en sentirnos parte de un grupo. 

Sin embargo, en una relación interpersonal buscamos la atención exclusiva de uno o varios semejantes, no se me escandalicen es solo una opción más. Además, este tipo de relación conlleva a priori, y prima, la reciprocidad (un ejemplo sencillo aunque no único es una relación de pareja, en ella buscamos recibir y dar, dar y recibir. Me van a disculpar mis amigos devotos del amor incondicional, aunque considero que en el inicio de una relación de pareja pueda gobernar un impulso y entrega incondicional no creo que la relación de pareja se sustente en el amor incondicional). 

Hasta aquí nada sorprendente ni novedoso. 

Los humanos nos agrada sobremanera que nos toquen, nos gusta el contacto físico. Esta característica no es exclusiva del ser humano, pero tanto en los humanos como en el resto de los antropomorfos se manifiesta con especial relevancia. Solo necesitamos el grado suficiente de confianza (y la confianza es un factor del todo subjetivo) para dejarnos sucumbir a los encantos del tacto. 

Existen muchas profesiones dedicadas al cuidado a través del tacto, ejemplos, peluquero, masajista o prostituto. Lo sé, no debería hablar de algunos tabúes sociales. Sinceramente, en ocasiones me apetece echarle leña al fuego y tocar temas que remuevan conciencia y sombras. 

Por este motivo voy a centrarme en las dos últimas, masajista y prostituto. Antes de que se tiren las manos a la cabeza, aunque me he dedicado muchos años a la primera, nunca me han pagado por la segunda. 

Estas dos profesiones tienen una longeva vida dentro de la sociedad. Sobre el masaje apuntaré que ya para griegos, romanos y culturas orientales era considerado una especialización del trabajo. Sobre la prostitución dejaré una frase de todos conocida "la profesión más antigua del mundo". En las civilizaciones clásicas, ambas profesiones eran realizadas por esclavos (en estas sociedades, casi todas las profesiones primarias y productivas eran realizadas por esclavos).

Es decir, durante muchos años y en diferentes civilizaciones se ha pagado (o esclavizado personas para tal servicio) con el fin de recibir cuidados que implican el tacto y cierto grado de intimidad.

Eso me hace pensar dos cosas, la primera es que las personas de estas civilizaciones hemos tenido y tenemos un déficit de contacto a través del tacto. Y segundo, ante ese déficit no nos importa pagar por ello o recibir dinero por darlo. Convirtiendo un acto, que a priori consideramos íntimo, en una transacción por un servicio. 

Podrán alegar que mi reflexión es superficial y que dejo mucho por analizar, y estoy de acuerdo. Sin embargo, convendrán conmigo que la realidad está ahí.

Sentirse cuidado a través del tacto y cuidar a través del tacto es un reflejo o instinto primario. Piensen en cuando alguien les ofrece coger un bebe, cuando una persona que apreciamos o amamos pasa por un momento difícil o cuando nos damos un golpe. Siempre reaccionamos igual, con tacto.

Para acabar de opinar, creo que utilizamos el masaje para recibir/dar atención y tacto íntimo. Ya sea por necesidad del cuerpo, de la mente o del espíritu. Además creo que somatizamos esa necesidad, la transformamos en tensión, dolor y rigidez en el cuerpo. Usando el símil psicológico "lo que no es expresado es somatizado", afirmaré "lo que es somatizado, requiere de tacto para ser expresado".

Independientemente de beneficiarme esta situación a nivel personal (a mayor déficit de tacto íntimo, más trabajo tengo) creo que la problemática se ha acentuado con la aparición de las relaciones virtuales. Considero que utilizamos las relaciones virtuales para llenar un vacío de tacto, además lo veo hasta bien. Sin embargo, la falta de contacto (visual, olfativo, de presencia, el tacto...) nos degrada como personas, nos aísla más en nuestras respectivas soledades y en nuestras armaduras para protegernos del dolor que nos genera. Así alimentamos aún más nuestra necesidad de tacto y el monstruo se hace aún más grande. 

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