LA UNIVERSIDAD DEL UTILITARISMO

                                    Foto: Elena Moskvina 

La proporción áurea rige el diseño de la naturaleza, es observable en las flores, los esqueletos, la cristalización del agua y en la estructura molecular de la materia. Todo tiene una proporción en su diseño y en su aplicación. 

Proporcionalidad, ese concepto debería reinar en las decisiones del ser humano. Considero que en muchos aspectos de la vida el ser humano olvida ese concepto y nos ceñimos a funcionar bajo un prisma básicamente utilitarista. 

La forma en la que manejamos el saber y el conocimiento es una de ellas, parece ser que, actualmente, solo existe el conocimiento que es útil, económicamente útil.

Las universidades fueron creadas como espacios donde aglutinar el saber y el conocimiento. Aparecieron de forma oficial en las primeras centurias del primer milenio en diferentes lugares del mundo, los europeos tenemos la tendencia de asignarnos el título de epicentro del mundo y probablemente por ese motivo asignamos a Europa la creación de las universidades primigenias. 

Sea cierto o no, es obvio que las universidades europeas derivan de los monasterios, abadías y otros centros religiosos católicos que durante las centurias anteriores a la aparición de los centros universitarios se encargaban de recopilar, transcribir y traducir textos de diferentes culturas y tradiciones.

No podemos olvidar que la cultura europea, guarda también una estrecha relación con la tradición árabe y judía. Pese a quien le pese, la creación de la Europa que conocemos no hubiera sido posible sin la influencia de estas dos culturas. Ambas culturas disponen de una larga tradición en cuanto a saber y conocimiento, y así la vemos reflejada hoy en día en nuestras tradiciones, el folclore, el idioma, el sistema económico, la arquitectura, etc.

Volviendo al tema en cuestión. En sus inicios las universidades, como ya comenté, eran centros de conocimiento y sabiduría. Independientemente de las aplicaciones, eminentemente productivas, de esa sabiduría. Simplemente se dedicaban a aglutinar y clasificar el saber para su transmisión a las siguientes generaciones. 

Al referir el concepto de productividad, quiero denotar la preponderancia que tenía el conocimiento por ser conocimiento, la trascendencia del conocimiento era ser conocimiento y no la aplicabilidad inmediata en términos económicos.

En épocas anteriores, parece ser que el conocimiento ya fuera la retórica, la lógica, la botánica, la metafísica, las técnicas agrícolas, los idiomas extintos, la ética, la filosofía eran tan importantes como la economía, la ingeniería y todas las disciplinas tecnológicas y por ese motivo era importante, por constituir conocimiento. El saber era un valor en sí mismo, independientemente de la disciplina en cuestión, y por ello era trascendente recogerlo, conservarlo y transmitirlo.

Cierto es que no era accesible a todo el mundo, no era universal. Estaba al alcance de unos pocos elegidos, probablemente los miembros de las congregaciones religiosas y de las personas que disponían de los medios de subsistencia suficientes para no tener que dedicar su tiempo y energía a trabajar. Es decir, el conocimiento estaba ligado la religión y a la riqueza.

A modo de primera conclusión, en el pasado la universidad era el epicentro del conocimiento pero no era accesible a la mayoría. 

En la actualidad, la universidad y el conocimiento han progresado hacia la universalidad. Es decir, el conocimiento es, aunque aún no universal, más accesible para la mayoría que en tiempos pretéritos. 

Sin embargo, a mi entender el conocimiento ha sufrido restricciones. En la actualidad el conocimiento y en especial el conocimiento universitario ha sufrido un proceso de filtrado que ha ido excluyendo o marginando todo aquel tipo de conocimiento que no se considera útil, llamando útil a aquel conocimiento que resulte productivo económicamente. El conocimiento ya no es válido si no es aplicable en una sociedad de consumo y no genera riqueza económica. 

De la misma forma que se valora el éxito de una persona en función de su poder adquisitivo o su repercusión social, el conocimiento es valorado en función de su productividad económica y su repercusión social. 

En definitiva, el conocimiento es válido si genera riqueza. 

Por otro lado, el conocimiento solo es válido si es científicamente demostrable. Utilizando una expresión muy extendida en los últimos años, el conocimiento es válido si tiene evidencia científica. Cuando el método científico en primer lugar es solo uno de los tipos de análisis de la realidad, no el único, y por ende es limitado y limitante. 

El conocimiento ha pasado de ser algo con valor por sí mismo a ser conocimiento si genera riqueza y es validable a través del método científico. 

Puede ser acertado o no, sin embargo, esa visión deja una parte considerable del conocimiento marginado al ostracismo y condenan a muchas profesiones a la marginalidad o, simplemente, a no ser valoradas económicamente. Por eso hoy día ser analista de datos, especialista en marketing, programador o economista son profesiones con alta remuneración y sin embargo ser agricultor, maestro, carpintero o jardinero no te llevarán ni al éxito ni a elevadas remuneraciones del trabajo. 

La universidad y el conocimiento han pasado a tener una función eminentemente utilitarista, son instrumentos de productividad. Cosa lógica por una parte pues la vida de cada individuo ha de ser productiva, ahora bien, no deberíamos restringir la definición de productividad a la meramente económica. 

La proporcionalidad del conocimiento podría estar recogido en la siguiente definición. 

Respetar, recoger y valorar todo el conocimiento, ponerle un valor razonable y equitativo, garantizar cubrir todas las necesidades del individuo y de la sociedad respetando el medio natural que nos acoge. 

Considero que ese es el fin supremo y último de la Universidad Universalizada, lo demás es mero utilitarismo mercantilista. 


Nota de agradecimiento: 
Elegí esta foto de Elena Moskvina para acompañar este texto. Elena pudo en ella captar la proporción áurea, sirviendo de medida para observar el mundo. Mil gracias. 

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