MÁS PUENTES QUE LOS DE MADISON

                     Foto: Isidro M. Sosa Ramos 

Caía la tarde y alrededor resonaban los guapiles de los carneros. El fuego chisporroteaba y los luceros empezaban a tintinear en un firmamento eterno, una pétrea techumbre, que lo cobijaba en sus solitarias noches de trasiego y trashumancia en las llanuras de Val de Mazara. 
Aún, en sueños, lo visitaban los cadáveres de todos aquellos compañeros que arrojó por la borda de aquel infame cayuco, aquel que hace ya cuatro años los escupió en las costas de Lampedusa. Todos perseguían el mismo sueño, pero muchos nunca llegaron ni si quiera a rozarlo. 
En la oscuridad de la noche, se acurrucaba, cobijado junto a los rescoldos del fuego, envuelto en su manta roída, polvorienta, mientras la radio de dinamo le entregaba una melodía triste que lo transportaba a unos campos también solitarios, lejanos en la distancia y aún próximos en la memoria. El grave tintineo de cencerros lo enviaba de vuelta a casa, allá a las tierras del Alto Níger, en lo profundo del Sahel, en algún lugar entre Gao y Ansago. 
La voz del locutor narraba, a la par que sonaba la melodía de Doe Eyes, unos versos, quizá una especie de proverbio que no terminaba de entender;
“Los viejos sueños eran buenos sueños. No se cumplieron, pero me alegro de haberlos tenido.”
Sueños, se dijo a sí mismo, viejos sueños, falsa prosperidad. Qué más da ordeñar a orillas del Níger o en las montañas del Trasmonti. 
Escupió en el suelo, echando fuera la hiel que sentía en la sangre. 
Sueños de muerte y cuerpos hinchados flotando en la oscuridad de la noche, eso me acompañará de por vida, pensó. 
En algún momento, sintiendo aún el trasegar del ganado a su alrededor y enroscado en el calor de los perros, se dejó dormir. 
No todos los viejos sueños se cumplieron, ni si quiera merecieron la alegría existir, aquel fue su ultimo pensamiento antes de caer en su atormentado sueño. 
A la mañana siguiente, que transcurría sin mayor trascendencia, un coche pasó cerca por la carretera. Mientras los perros empujaban a las ovejas a vadear el escuálido y casi seco arroyo, ya las tierras clamaban por las primeras lluvias. 
El copiloto subió el volumen de la radio, el locutor anunciaba el siguiente tema;

A continuación les ofrecemos el tema de la BSO de los Puentes de Madison, Doe Eyes, compuesto por Lennie Niehaus y Clint Eastwood. Disfrútenlo. 

Una mirada furtiva desde el vehículo, el semblante cariacontecido del turista, que observaba hasta ese instante el paisaje como si visitara un planeta distinto al suyo, fue abducido por el rostro anguloso y oscuro del pastor. 
En ese instante los ojos de un africano en Sicilia interceptaban y eran interceptados por los ojos de un turista alemán en Sicilia. No se dijeron nada y se lo dijeron todo. 
Existieron, existen y existirán puentes entre las biografías, entre los lugares,  entre los destinos. Puentes que unen y separan, quizá solo por un instante, quizá para una eternidad. 
El coche se difuminó poco a poco en el horizonte. Sin embargo, aquel instante, aquel encuentro ocular fugaz como la vida, alteró la conciencia de los dos. Por motivaciones desconocidas ambos recordaron por siempre aquel encuentro en las tierras labriegas sicilianas. 
Existen muchos más puentes que los de Madison. 

                        ISIDRO M. SOSA RAMOS 




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