PAJOTE MATUTINO

           Foto: Isidro M. Sosa Ramos 

Aquella era una realidad que no existía más allá de su imaginación. Puede sonar incongruente, pero piénselo por un instante. Retenga su eyaculación precoz de respuestas y justificaciones existenciales, al menos durante unos segundos, para reconfirmar sus creencias sobre lo que es real y lo que no. Observe a su alrededor, contemple lo que cree real. Dedique tiempo a profundizar en sus percepciones antes de hacer sentencias. 

Los sonidos. Esa leve, casi imperceptible, acción del débil oleaje contra el acantilado de roca calcárea. El traquetear del motor del pequeño barco de pesca acercándose a la boya para recuperar las nasas del fondo. El lejano sonido de los coches, acercándose y alejándose, por la carretera. No puede verlos pero parecen estar ahí. El ronroneo del gato acostado sobre las tejas cálidas, dejándose dormir ante la cálida acción del sol matutino. El sutil piar del conglomerado de pájaros, repartidos geométricamente por las ramas del pino de la finca del otro lado de la calle.

Las sensaciones sobre la piel. El efecto cálido del sol alzándose frente a usted, el mismo que a primera hora de la mañana era incapaz de calentarlo y en estos momentos le invita a quitarse la sudadera pues comienza a percibir su transpiración bajo el grosor del tejido. La sensación de las moscas, siempre irritantes, posándose y caminando sobre su piel y la imposibilidad de controlar su reacción para espantarlas. Ese frío en los pies que aún no se difumina pues la sombra del muro de piedra impide que el sol llegue hasta ellos.

Las imágenes. El fuerte resplandor de los rayos de sol sobre la superficie rizada del mar que distorsiona sus ojos y desencadena contracciones de sus músculos faciales para atenuar el efecto deslumbrante sobre sus pupilas, pudiendo así observar las maniobras de los marineros. El brillo de su piel a contraluz, las caprichosas formas de las pequeñas estribaciones, poros, cicatrices que la surcan. El leve movimiento de los vellos de su pierna ante la acción impertinente de la mosca desencadenando el movimiento ansioso de su mano para aplastarla. El rápido movimiento del insecto para esquivar su trágico final y la sensación candente de su cuerpo ante el estrepitoso impacto de su mano contra su muslo.

Los olores. El sargazo acumulado en la playa y en el pequeño muelle durante las revueltas mareas de los últimos días, ese aroma mediterráneo. La profunda humedad que impregna los muros de la ajada casa de marineros reconvertida y ampliada en chalet vacacional. Adherida, anclada, indisolublemente unida. El olor de las manzanas, aún algunas pudriéndose pero mayoritariamente secas, esas que nadie nunca recogió. Acumuladas en torno a los frutales. La confirmación de que el café ya está listo, pues los vapores de su cocción llegan ineludiblemente desde la cocina. 

No, la realidad no existe o, al menos, no es lo mismo la realidad que su percepción analiza y la genuina realidad. Es usted parcialista, limitado e incapaz al percibir la realidad tal cual es.

Usted soy yo, y este es un diálogo matutino entre mi "yo realidad percibida" y mi "yo crítico sobre la realidad". En ningún caso, nada de lo que acontece es real pues "yo mismo" soy un constructo de mi percepción.

                               ISIDRO M. SOSA RAMOS 

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