ESTA GUERRA NO VA CONMIGO

                                                 Foto: Yuli Melianiuk

Pegar a alguien estando atado, indefenso, vencido por el dolor y vendido a su destino de seguir encajando golpes, debe ser una sensación de lo más peculiar (Por favor, libérese de sus prejuicios. Le pido que en principio no caiga en el juicio moral, no entre a calificarlo según lo que piense o sienta). Me refiero a golpear incesantemente, maltratar el cuerpo de un semejante sin motivación aparente, sin un fin, si una justificación, sin querer obtener una confesión o sonsacar información, sin ser motivo de una venganza personal o un ajuste de cuentas, sin defender una doctrina o una patria. Hacerlo sin el fin explícito de querer causar daño o sufrimiento. Pegar y golpear por protocolo, sin convicciones, pegar por pegar.

A priori puede parecer ilógico, huérfano de significante y significado, carente de referencia. 

Aún así le invito a profundizar en la descripción que acabo de hacerle. Piénselo, siéntalo, póngase en el pellejo del sujeto ejecutor de dicha conducta, vivencie la situación.
 
¿No le resulta de lo más singular?

Y le pregunto por singularidad como algo exclusivo por su rareza, por su autenticidad como una conducta humana única. 

Pues bien, él apareció en último lugar, fue el que me dio la última hostia, la que apenas pudo dolerme pues la encajé con el cuerpo desmadejado, yerto, siendo sensible al dolor pero siendo el dolor ya insufrible. 

Se llamaba Mdiome Baraku. Viejo, desagradable a la vista y al olfato, traficante, proxeneta, mercenario, esclavista, lleno de cicatrices de cuerpo y alma, asesino, aparentemente sin el menor indicio de moral, con un humor de mierda y un carácter áspero como la lija del número 50. Desde que entró en aquel simulacro de garaje desplegó, sin quererlo, un halo de deidad, una fuerza magnética que sumió a todos los presentes, salvo a mí, en una especie de trance colectivo. Era como si todos ellos terminaran de perder su escasa voluntad y personalidad, respondiendo colectiva e inconscientemente a la voluntad de aquel tipo. No fue necesario que dijera nada, que hiciera nada. Su mera presencia catalizó al enjambre humano presente allí. Su estampa blandiendo, como si fuera su más fiel compañero y confidente, un machete, era suficiencia para aterrar. Aquel instrumento tenía la lista de clientes más larga, infame y macabra que se pueda uno imaginar. 

En definitiva, a priori aquel tipo era un indeseable, un auténtico malnacido con la capacidad de arrastrar las mentes y voluntades de todos, de los que se creían débiles y de los que lo eran. 

Cuando mi cabeza dejó de balancearse por la inercia del golpe que me asestó, escupió agriamente su pregunta;

Comandante Shanklin ¿Sabes por qué te pegan sin atisbo de emoción? 

El mismo se respondió a su pregunta. 

Te lo diré con una frase de un paisano de tus antepasados, quizá la conozcas, 

"En cuanto sentimos enojo durante una discusión, dejamos de discutir por la verdad y discutimos por nosotros mismos", por ese motivo te golpean vacíos de saña y vileza. Saben que deben ser neutros, de otra forma ya no servirían a la verdad y tendría que deshacerme de ellos. 

¿Sabes de quién es la frase? Es de Thomas Carlyle. 

Le mantuve la mirada por unos instantes, pero no dije nada. Conocía vagamente la obra de Carlyle pero en aquella situación todo me resultaba ya indiferente. Solo tenía la esperanza de que aquello, y cuando digo "aquello" me refiero a mi sufrimiento, terminará cuanto antes y si pudiera ser de forma expeditiva. Hubiese agradecido un tiro de gracia. Pero obviamente no fue así.

Para mi sorpresa el golpe de Baraku fue el último que recibí. 

Continuó mirándome fijamente mientras cogía una silla de madera, la colocaba frente a mí y se sentaba en ella del revés dejando sus antebrazos apoyados en el respaldo, balanceando el machete suavemente  frente a mí. Entonces comenzó su soliloquio;

Sabes eres un auténtico imbécil. Te dejaste convencer como un pardillo desde el principio. Cuando siendo un joven ingenuo e idealista decidiste entrar en la Academia Militar. Creías, con fe ciega, en tus instructores y tus mandos. Dejaste que te inculcaran el rancio patriotismo, el concepto de deber, la camaradería, la cadena de mando. Te hicieron tragar toda esa palabrería sobre la misión social y humanitaria de las nuevas Fuerzas Armadas. Te has jugado el pellejo, a saber cuantas veces, por defender los intereses de tu país, de la OTAN, de la ONU o de cualquier otra institución internacional. Has jugado con las vidas de tus subordinados, con las vidas de tus supuestos enemigos y con las vidas de los civiles, y todo, por cumplir tus órdenes. Por tu fe vehemente en tu patria, si preguntarte en ningún momento si tus acciones eran justas o no, si reflexionar sobre el bien de tus actos. Actuando por y para la voluntad de otros. 

Mírate ahora, aquí solo, desposeído, dejado de las manos de tu patria, recibiendo un castigo que no es el tuyo solo por mantener tu fe ciega. Te han abandonado como a un perro, dejándote amarrado en el guardarraíl de una autopista. Desahuciado a tu suerte. 
Ahora que han desaparecido tus referentes, la cadena de mando, las instituciones castrenses, los organismos internacionales, la patria. Ahora cuando ya no exista a nadie a quien obedecer. 
¿A quién vas a seguir ahora querido amigo?
¿En quién o qué te vas a amparar? 

Su retahíla verbal me despejo, me saco por un instante de mi dolorido limbo semiconsciente, me hizo buscar una réplica. Indague en mis creencias, en mis valores y principios, en mis supuestas convicciones. Pero estaban vacías.

Entonces tuve que admitir, al menos en mi fuero interno, mi carencia de alguna otra respuesta que no fuera;

Aquella no era mi guerra. 

                                                                            ISIDRO M. SOSA RAMOS

Nota de agradecimiento: 

Yuli es de esas personas que sacan lo mejor y lo peor de mi mismo. No me malinterpreten, es una persona encantadora por los cuatro costados, además, la considero una gran amiga. Esta es la primera foto, de todas las que he publicado en este blog, en la que yo aparezco. Yuli siempre me capturaba en las fotos. Mil gracias Yuli. 

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