HISTORIAS DEL LIMES
Ilustración: Isidro M. Sosa Ramos
Vivir en la
frontera no es como la mayoría de las personas se pudiera imaginar. La frontera
no es un ellos y nosotros, no existe una delimitación exacta,
nadie trazó una línea infranqueable que separara a los bandos.
Es posible que
para los gobiernos, para los estados y para las leyes sea algo tangible o
fehaciente, sin embargo para los habitantes de la frontera todo es mucho más
versátil y flexible, laxo. Al menos para los habitantes de la frontera, esa
conceptualización se muestra no funcional ni práctica.
Obviamente si en algún
punto de cualquier frontera se levanta una valla de espino, un muro, se
establece una guarnición fronteriza o se aprovecha un accidente geográfico existirá
un obstáculo físico para poder franquearla, pero en ningún caso dejará de ser
un símbolo, una creación humana.
Además, si hacemos
revisión podríamos afirmar que la inmensa mayoría de las fronteras ni siquiera
tienen ese obstáculo, la mayor parte de las líneas fronterizas son líneas imaginarias.
En alguna ocasión
me he visto, literalmente, con un pie en Alemania y otro en Austria y allí no
había nada que lo señalara. Además, ¿Qué le impide a un ciudadano alemán, y
digo alemán por poner un ejemplo, intercambiar una cesta de pfifferlingen por
unos litros de sabrosa leche de vaca con su vecino austriaco?. La respuesta es
nada, no hay nada que se lo impida incluso en el supuesto caso de que sus
respectivos países tuvieran entre sí un conflicto diplomático o incluso bélico.
La frontera puede
llegar a ser hostil y, obviamente, pueden existir interés y conflictos, pero ni
más ni menos que en otros territorios, pues, por mucho que se afanen los
gobernantes, al final, cada cual tiene que velar por la convivencia con sus
semejantes allá donde se encuentre. Ni los enemigos más descarnados pueden
están peleando de manera perpetua, es más, entre batalla y batalla hay que
vivir.
Así debió ser
también en el Limes. Una vasta línea imaginaria que habían trazado durante
siglos el poder y la voluntad expansionista del Imperio Romano hacia las
tierras septentrionales. Aquella línea que serpenteaba el continente desde las
costas occidentales del Pontus Euxinus, recorriendo hacia el oeste el cauce del
Danubio y el Rhin hasta llegar al Oceanus Germanicus.
El Limes estaba
remachado por Castrum, torres de vigilancia, empalizadas, fosos, trincheras.
Las torres no distaban entre si más que la distancia de la vista podía alcanzar,
eso suponía disponer de más de tres mil torres de vigilancia y cerca de trescientos
Castrum a lo largo de los más de dos mil quinientos kilómetros que separaban
las costas de Mar Muerto y del Mar del Norte. Cerca de cuarenta mil soldados (40.000)
estaban destacados en la línea fronteriza con los pueblos supuestamente bárbaros.
Otro asunto de lo
más interesante es que, aunque una parte de la soldadesca destacada en el Limes
era de origen romano, para pertenecer a las legiones romanas era condición sine
qua non ser ciudadano, las dos terceras partes de los soldados no eran romanos
ni pertenecían a las legiones, es decir, eran ciudadanos de territorios aliados
o subordinados al Imperio, pero no ciudadanos de pleno derecho (para que se
hagan una idea sería algo parecido a lo que sucede hoy en día con los
habitantes de Puerto Rico, territorio supeditado al gobierno de EEUU, sin
embargo los ciudadanos puertorriqueños carecen de la ciudadanía
norteamericana).
Por esta razón los
romanos distinguían sus tropas militares terrestres en dos categorías: las Legio
y las Auxilia.
Las auxilia
llegaron a representar el sesenta y cinco por ciento (65%) de las tropas
imperiales terrestres durante el gobierno del Emperador Adriano. Para que se
hagan una idea, contrastando varias fuentes podríamos afirmar que existieron en
aquella época entre ciento treinta y seis mil (136.000) y doscientos
veinticinco mil (225.000) soldados formando las unidades de los auxilia.
Es decir, de los
cerca de cuatrocientos mil soldados (400.000) del Imperio Romano, casi
doscientos treinta mil (230.000) no eran romanos.
Esta situación se
acentuaba en las unidades militares que formaban el contingente encargado de
vigilar los límites de Imperio. En estas unidades de frontera el porcentaje de
no ciudadanos solía ser mayor.
Estas unidades
militares fronterizas recibían el nombre de Auxilia Limitanei y sus soldados provenían,
paradójicamente, de las mismas zonas fronterizas que debían defender por lo que
el Imperio tenía un problema,
¿Cómo dejar en
manos de los pueblos de la frontera la defensa de los límites del Imperio, cuando
estos ni eran legalmente ciudadanos del Imperio ni se consideraban así mismos
romanos?
Lo
solucionaron, o eso creyeron, con una política de deslocalización.
Las
unidades de la Auxilia Limitanei, aunque se conformaban en las fronteras de
cada región, eran inmediatamente trasladadas a otra parte del Limes Imperial. Paran
que me entiendan a las unidades de Britanos los mandaban a Tracia, a los
Tracios a Cyrenaica, a los Cireneos a Mauritania y los mauritanos a Galia. De esa
manera se mantenía el desarraigo de los pueblos.
Como parece ser
que ya dijo Julio Cesar, Divide et Impera.
Todo esta
reflexión viene a colación de una de mis últimas flipadas. El afán por conocer
los límites del antiguo Imperio Romano en la zona en la que resido actualmente.
Pues les diré una
cosa, en un radio de unos treinta kilómetros en torno a mi casa existen los
restos de al menos cuatro Castrum romanos y al menos los restos y/o
reconstrucciones de más de una docena de torres de vigilancia. Además, de poder
localizar mosaicos muy bien conservados, miliarios y hasta los muros intactos
de un antiguo molino de más de dos mil años de antigüedad.
Pero lo más
importante, o lo que sobre lo que yo realmente quería reflexionar, es como debía
ser la vida en aquella frontera.
Quiero decir, ¿los
bárbaros eran tan bárbaros?, ¿existía algún tipo de relación entre ellos a
parte de las ganas de matarse unos a otros?, ¿fue realmente así o por el
contrario todo era más laxo y relajado?, ¿mantenían relaciones comerciales y
sociales cuando no peleaban?.
Sinceramente no
tengo ni idea y probablemente los datos científicos y arqueológicos seguramente
ratifiquen mi idea de que las fronteras del Imperio Romano no eran tan
fronteras o dicho de otra forma, eran unos límites que unían más de lo que
separaban.
Para defender mi
idea y concluir esta primera parte de la historia pondré cuatro ejemplos de
supuestas fronteras herméticas en la actualidad: Los dos primeros son muy
familiares y próximos, la Línea de la Concepción (limite fronterizo entre
España y Gibraltar) y las Fronteras de Ceuta y Melilla con Marruecos. El tercer
ejemplo es la línea fronteriza entre México y EEUU, especialmente el puesto
fronterizo entre El Paso y Ciudad Juárez. El último ejemplo, que no el último
caso, es las líneas fronterizas entre Israel y los territorios palestinos.
Estoy convencido
de que el transito clandestino de personas y mercancías supera con creces el
paso aduanero legal de gentes y cosas. Por lo que lo de fronteras herméticas lo
vamos a dejar de momento en el aire.
No me quedaré aquí,
volveré con una segunda parte…
ISIDRO M. SOSA RAMOS
Me interesa este concepto tuyo de la frontera, creo que se corresponde con lo personal también. No está claro que seamos algo definido, no existe definición exacta para lo diverso que somos.
ResponderEliminarSaludos
Ciertamente creemos tener una concepción bien definida de algunas cosas, incluso de nosotros mismos. Sin embargo, tales concepciones suelen ser vagas, imprecisas.
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