LO QUE ES, SIEMPRE SERÁ

 


Sigrid siempre había considerado a Björn su amor platónico, ese amor que nunca fue y que nunca será. Se conocían desde la más tierna pubertad, pero en la última hora y media, el idilio que mantenía con su Björn adolescente parecía haberse esfumado.

Sigrid y Björn se habían encontrado esa mañana, en la terminal de salidas del aeropuerto de Estocolmo.

Ella deambulaba entre los outlets y las tiendas de dutty-free intentando hacer su espera más entretenida, pero nada la podía abstraer de sus pensamientos. Su cabeza daba vueltas sin cesar alrededor de las condiciones de su divorcio. Esperaba el vuelo que la llevaría a Londres, donde la aguardaba el final de aquella pesadilla. Hastiada por las ausencias y las infidelidades de su marido, Sigrid se separó de él hace tres años y había regresado a vivir a Suecia.

Estaba frente al escaparate del quiosco ojeando las portadas de los best-sellers cuando por la megafonía escuchó su nombre, reclamaban al Sr. Björn Kolhenntal en los mostradores de facturación.

Era imposible, pensó Sigrid, después de casi treinta años aparece en mi vida de nuevo. Ella no se dio cuenta, pero su talante, incluso su expresión se transformaron. Se encaminó a su encuentro.

Cuando Sigrid lo vio de espaldas, a unos pocos metros de ella se detuvo. Lo  observó durante un par de minutos, tiempo en el que pudo rememorar los tiempos que compartieron en la juventud. Cuando todavía las decepciones de la vida no habían hecho acto de presencia.

Cuando ella le tomó del brazo y exclamó con suavidad su nombre todo se transformó, se abrió ante ella la posibilidad de comenzar de nuevo, de hacer realidad su idílico amor.

Todo hasta que él comenzó a narrarle su infeliz matrimonio que lo había sumido en una espiral de infidelidades sin tino y encuentros sexuales, la mayoría vacíos. En ese momento Björn pasó a la categoría de malvado sin escrúpulos, a la lista de indeseables.

            Björn desconocía todo lo que pasaba dentro de la mente de Sigrid, sin embargo percibía un sutil y agrio giro en su espontaneidad.  Su apasionado recibimiento inicial se había tornado en cierto recelo y reproche en sus comentarios.  Entonces le dedicó una mirada franca y directa acompañada de una sonrisa socarrona, medio torcida, como un ruego de apelación. 

            Intuyendo las motivaciones de Sigrid, se atrevió a preguntar;

            ¿Te parece reprochable mi conducta?

            No soy nadie para juzgarte, pero como comprenderás he sufrido en mis propias carnes esa situación y no es en absoluto agradable – dijo ella –

            No entiendo cuál es el sentido de ese comportamiento, me parece cobarde y mezquino – añadió –

            Entiendo Sigrid. Sé que no fue lo más apropiado, pero también te diré que, quien quiera comprender mi camino que se calce mis zapatos.

            A regañadientes, Sigrid aceptó que en ocasiones las circunstancias son las que son, y que, aunque las mismas no puedan justificar los hechos los puede hacer comprensibles. Además, desconocía todo sobre la relación de Björn.

            Con aquella reflexión parecía que su interés por Björn y sus andanzas quería regresar, entonces le preguntó;

Al menos, ¿algo de toda esa sinrazón, alguno de esos momentos significó algo para ti?, ¿Quizás alguna persona?

Te contestaré, dijo Björn sin inmutarse, mirando fijamente en las pupilas turquesas de Sigrid.

Parecía que la pregunta de Sigrid había activado al instante un recuerdo en Björn;

La circunstancia que te voy a narrar no era, a priori, más que uno de tantos momentos de clandestinidad de aquellos tiempos, en los que era difícil distinguir quién era yo y cuáles eran mis circunstancias. 

Hizo una pequeña pausa como si rememorara;

Alba fue víctima y verdugo. Nos habíamos encontrado en la sala de espera del dentista. Desde que cruzamos la primera mirada los dos sabíamos que nos liaríamos. Ella esperó a que yo saliera de la consulta y me invitó a tomar un café. Me contó que era pianista y me propuso encontrarnos frente a la puerta de la sede del orfeón al día siguiente. Me dijo, con una mirada lasciva en los ojos que quería compartir conmigo un momento especial. Yo pensaba en lo de siempre, no voy a dar más detalles. 

Al llegar a la entrada ella ya me esperaba. Entramos en la sala principal, había un piano en el centro del escenario. Ella había dejó su abrigo en el suelo y ascendió lentamente por los peldaños de madera que crujieron sucesivamente en el ascenso sinuoso de aquel hermoso cuerpo. Me invitó a seguir sus pasos con una mirada. Cuando ya estaba junto a ella me preguntó;

¿Alguna vez has experimentado la sensación de escuchar un piano tumbado bajo él? 

Creo que mi cara lo dijo todo en aquel momento, obviamente no lo había experimentado. 

Me tumbé bajo el piano y ella se sentó delicadamente frente al teclado. Primero tocó algunas notas sueltas, como si hablara con el instrumento. Las notas resonaban en mi pecho como si alguien golpeara un enorme gong delante de mí, vibraba todo mi cuerpo. 

Me invitó a cerrar los ojos y después, ella, simplemente creo música celestial. Tras una experiencia de ese calado me costó salir de debajo del instrumento. Volver a la crueldad del mundo después de visitar el paraíso. Ese día, tras la experiencia, nos abrazamos, nos besamos, hasta que ella decidió que me había cautivado lo suficiente.

Hubo un encuentro más con ella, pocos días después, en una paradisiaca playa. Allí, nos deleitamos con el espectáculo de ver al sol y la luna compartiendo el atardecer. Allí, clandestinos, creamos uno de esos momentos que no se olvidan. Un espacio de tiempo que repites millones de veces como si hubiese sido una fantasía. Hicimos el amor, en su más estricta e intensa definición. Dos extraños que se entregan  mutuamente por primera y última vez.

¿Volviste a saber de ella?, ¿Volvieron a verse? – preguntó Sigrid – 

Después de aquello la vi dos veces. La primera de las ocasiones fue a los pocos días, insistí en vernos. Quería hablar con ella, para serte sincero no sé muy bien de qué. Siendo honesto, probablemente solo quería comprobar que en aquel primer acto habíamos consumado y consumido toda la pasión de nuestra historia. Así fue, no quedaba ni el mínimo rescoldo del fuego que compartimos. Ella solo cargaba con culpabilidad y autorreproches y yo solo pude mostrar una diplomática indiferencia.

La última vez que la vi, creo que ella también me vio, pero optó por disimular, iba paseando con su hijo de la mano. Unos pasos delante de ella iba un tipo muy maqueado y altivo, supongo que era su marido. Solo recuerdo la mirada mustia y sin color de ella. 

Pero Björn, no me has explicado cuál es la trascendencia de ese momento, ¿Cuál fue tu reflexión?,¿Qué significó para ti?,¿Cuál fue el aprendizaje? 

Mira Sigrid, es muy sencillo. Contemplar aquella mujer mustia, sin color, una caricatura de la mujer que yo sentí, viviendo una vida que no deseaba, me abrió los ojos. Me hizo entender que todos albergamos la grandeza y la bajeza, cada uno de nosotros es capaz de lo hermoso y de lo más gris y torcido. Tenemos dos caras, una llena de luz y otra sumida en las tinieblas. En ocasiones, arrastramos las cadenas de nuestras decisiones, somos cobardes, pusilánimes. Mediocres y menguantes por no afrontar una realidad que se aleja de nuestros sueños. 

Y sin embargo, todos portamos esa luz, una magia que nos engrandece. Somos seres maravillosos cuando nos entregamos a la vida. Cuando, con valentía y decisión, hacemos lo que nos dicta nuestra parte más auténtica. No estoy orgulloso de mis actos, pero no los cambiaría. Aprendí a asumir mis errores, a portarlos con entereza. También aprendí a dejarme llevar por mi pasión, pero no te equivoques, no me refiero a las pasiones carnales o terrenales. Me refiero a esas sensaciones que te impulsan a hacer algo que nace desde lo más profundo del ser, algo no reflexivo, no racional. Yo lo llamo vivir desde las pasiones.

Creo que como la mayoría de las personas, he tenido que vivir mi lado más tenebroso y lúgubre para poder descubrir mi lado más vital.

Entonces hubo un silencio, minúsculo y eterno. Se miraron a los ojos y ambos esbozaron una sonrisa cómplice.

Entiendo – dijo Sigrid – a mí también me sucedió algo así, y comencé a vivir desde la pasión.

¿De verdad?. Cuéntame, ¿Cuándo te sucedió?

Esta mañana, al salir corriendo para reencontrarme con Björn Kolhenntal.

                                                                 ISIDRO MANUEL SOSA RAMOS

 

Comentarios

  1. ¿Vivimos o sólo existimos?
    Estamos en un constante desequilibrio vital en el que intentamos mantenernos a flote...

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  2. Habitualmente existimos ,de vez en cuando vivimos en plenitud,tendríamos que cambiar las tornas!!complicado!!!

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