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Mostrando entradas de febrero, 2021

DE PRETEXTOS Y PECHOS

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                      Míriam me había propuesto asistir al Zoom – Meeting del supuesto gurú y visionario sociólogo André Mokalenko, argumentando que con las ideas poco convencionales que yo tenía sobre la evolución de la pandemia COVID no podía perderme su particular punto de vista. Yo, siendo sincero, solo acepté por macerar un poco más las posibilidades que creía tener de acostarme con ella. Había leído demasiado sobre el tema, estaba saturado y ya no me creía nada de lo que me pudieran contar. Pero bueno, todo por tener sexo con Míriam. Así que el miércoles de esa semana quedamos en su casa, para participar en la conferencia y debate virtual. Con un poco de suerte, la tarde acabaría con mi apoteósico final entre los muslos de Míriam. Me recibió llevando su pijama de color rosa bastante infantil, pero el contorno de sus pechos se marcaba en el tejido, coronados en sus protuberantes pezones. Una maravilla de la Madre Naturaleza. Me hizo un hueco en la abarrot

DIÁLOGOS PANDÉMICOS

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                   Noticia de prensa:  “EL PAÍS / SOCIEDAD / La OMS declara el brote de coronavirus pandemia global. El director general de la organización asegura que está preocupado por los niveles alarmantes de propagación del virus y de inacción” …  Miguel imprimió la nota de prensa y, cogiendo el folio, corrió a compartir la noticia con su abuelo. Entonces ambos centraron de nuevo sus miradas en el fuego. Eusebio estaba sentado junto a la chimenea; Abuelo, mira esto, yo creo que exageran. No es más que una simple gripe. Además estas calamidades ya las anunciaron con la gripe aviar y con la gripe A y al final los únicos que se beneficiaron fueros los dueños del Tamiflú – dijo Miguel – alargando el papel delante de los ojos de su abuelo.  Por unos instantes el silencio hablaba y ellos callaban. Al poco, el anciano dijo;  Ahora ha dado comienzo todo este asunto de la pandemia y no es la primera que lo veo, te lo aseguro. Te daré mi opinión. Creo que los días de exceso

EPÍSTOLA AL DESTINO

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                                 Estimado Destino, De alguna forma, en algún lugar, comencé a sentirte distante primero, esquivo después. Finalmente desapareciste silencioso. Sin mediar explicación. Elegí engañarme, mantener inquebrantable la confianza depositada en ti. Todo fue en vano, a veces creemos más en lo imposible que en lo probable. Hasta hoy he andado todos los caminos y desandado todo lo caminado. Me encuentro en una tesitura perversa, perseverar en tu adviento mientras agonizan mis esperanzas o renunciar a las albricias de tu encuentro y dejarme arrastrar por las aguas turbias del desaliento. Todos mis esfuerzos he dedicado en tu hallazgo y confluencia, mas la esquiva fortuna me acompaña en tu búsqueda y me impide llegar a tu vera. Interrogué a los peregrinos por los andurriales de Castilla, inquirí a los marinos en los puertos del Cantábrico, pregunté en abadías, monasterios y ciudades. Nada de ti saben. Estoy próximo a rendirme, cercano a las pu

TRES VIDAS, TRES MUERTES

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                                                                               Cuando se abrió la puerta, apareció un doctor con cara de circunstancias. Ingrid no quiso ver la realidad impresa en el rostro del médico. Srta. Pessoa, lamento comunicarle que, a pesar de haber hecho todo lo que estaba en nuestras manos, no hemos podido evitar la muerte de su madre. Mi más sentido pésame. El doctor hizo una pequeña pausa, como si quisiera darle un instante para digerir la noticia, antes de continuar; Ahora, si me disculpa, he de seguir con mis responsabilidades. Ella permaneció allí, de pie, en el pasillo de urgencias en medio del trajín típico de los grandes hospitales, sin saber cómo reaccionar. Intentaba no desfallecer. Su mente la había trasladado, haciendo un ejercicio de equilibrio emocional, a su más tierna infancia. A aquellos días en los que, sentada en los escalones de la Praia de Pipa, Leonora cepillaba su melena con la delicadeza que solo una madre es cap

LA SONRISA DE LORENA

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                 Los tanques seguían avanzando colina arriba. El sonido de las orugas chirriando al desplazarse retumbaba en las paredes del desfiladero haciendo vibrar los cascos y las armas. Aquella sensación del metal vibrando sobre el cuerpo hacía que el pavor que sentíamos se incrementará hasta hacer llorar a alguno de nosotros. Oía los sollozos de los novatos, olía el sudor rancio de los veteranos, los juramentos de los creyentes y las maldiciones de los ateos. Esperábamos la muerte, aquella era la única verdad. Siete días atrapados en aquellas zanjas, las paredes de granito tras nosotros parecían contemplar impávidas y frías como se acercaba nuestro final. Siete interminables jornadas recibiendo un castigo constante, noche y día. Durante el día se intercalaban los bombardeos con momentos de silencio y quietud absoluta. Temíamos más esos momentos de quietud. Con el cansancio sobre nuestros hombros y sin el efecto protector de la adrenalina, era fácil bajar l