LA CASCADA DE CALDERÓN
Seguía conmocionado, la cabeza le martilleaba con un dolor sordo y pulsátil, sentía una densa sensación de rigidez en la nuca y apenas no podía ver por el ojo derecho. Su ojo era un saco hinchado de sangre y tenía la sensación de que los músculos de su globo ocular habían perdido la movilidad, o peor, temía haber perdido el ojo. Las últimas noches habían deparado un súbito despertar, una huida precipitada, fallida y un sinfín de golpes, torturas y humillaciones. Se temía lo peor, ir camino de su ejecución. Se sabía acompañado en el cajón del Hispano Suiza T 69, motor diésel de la casa húngara Ganz. No cabía la menor duda, lo había reparado decenas de veces, su sonido era inconfundible. Na...